Fragmento autorreferencial encontrado en un viejo cuaderno, para recordar que en una época corrieron tiempos malos de verdad.
Hoy la canción del miedo ya no canta.

Largo como él solo fue mi día de ayer. Por suerte, hacía cinco minutos había quedado en el pasado, y, motivado por un ímpetu que en general ignoro, iba camino a casa con intenciones de escribir un poco. Desde ya no sabía qué iba a decir, pero no me preocupé (viva el cómo, antes que el qué).
Llegué a destino y, sin siquiera haberme sacado las zapatillas, la hastiada turborealidad de mis cuatro paredes me dio una paliza que fue como un grito. Aquellas intenciones de escribir se transformaron en un estado de alerta sesgado por una cruz negra, y la idea de distenderme pasó a ser ridícula y egoísta. "Acá nos salvamos todos o no se salva nadie" pensé, seguro de que todo es posible. Y es que todo es posible; pero no siempre.
Pasaron dos horas, me encerré en la cocina y boceté esto.

Placer inútil: hay mañas que no se pierden nunca.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Superestructuras (humanas)

Pensamientos, resignaciones y ombligos

Un tipo, un bar